¿Te ha pasado que te sientes tan ahogado en preocupaciones, que te quedas sin aire, que no puedes ni rezar? Entonces, este artículo es para ti Orar puede Detener las Peores Tempestades
Si dudas y te cansas, ahí está Jesús
Siempre me ha llamado la atención el apóstol Tomás. Me lo imagino después de la muerte de Jesús, profundamente triste. Casi lo veo reunido con los demás apóstoles preguntándose qué sería de su vida ahora que su Maestro no estaba ya con ellos. Entiendo su sorpresa cuando, al tercer día, los apóstoles le decían emocionados: ¡Hemos visto al Señor!.
Tomás es el apóstol que dudó, ¿Lo recuerdas?:
Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús se presentó. Le dijeron, pues, los otros discípulos:—¡Hemos visto al Señor! Él les dijo:—Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré'» (Juan 20:24-25)
¿Tú también necesitas tocar a Jesús?
Este joven había vivido momentos terribles: el Hijo de Dios, a quien había visto resucitar a Lázaro en Betania, y a quien había acompañado durante años, había sido azotado, humillado y asesinado. Había sufrido una muerte violenta, la peor, la mas denigrante. La crucifixión se aplicaba solo a los criminales de bajo nivel, a los de poca monta.
El corazón de Tomás estaba tan apesadumbrado, que le costó creer a Pedro y los demás cuando afirmaban con emoción haber visto a Jesús.
Pienso que tú y yo a veces somos como Tomás.
Cuando la vida nos golpea: perdemos a alguien amado, la situación económica no mejora, nuestra vida familiar se complica sobremanera, nuestro corazón va esombreciéndose. Entonces, dudamos de todo.
Creemos en Jesús, solo que olvidamos que lo tenemos cerca. Olvidamos que camina junto a nosotros, que nos mira, que si solamente tú o yo existiéramos en el mundo, igual vendría a morir por ti, o por mi.
Es entonces, cuando Jesús necesita sobresaltarnos.
«Coloca tu dedo en mis llagas», le diría Jesús a este apóstol. Tomás lo hizo. Me imagino que debió apenarse, pero también me imagino que se encontraba tan confundido y emocionado a la vez, que le ayudó mucho meter su dedo en el hueco donde los gruesos clavos habían detenido a su Salvador en la Cruz. ¿Y sabes qué fue lo mejor? Comprobar lleno de gozo que era cierto, que Jesús sí había resucitado, y que estaba con ellos.
Jesús está aquí hoy
Tú, que lloras, sufres, pierdes la paz, eres perseguido, vives la pobreza, has escuchado a Jesús, pero tal vez te parece muy lejano. Tal vez añoras el momento en que los apóstoles podían entablar un diálogo con Jesús y lo miraban con sus ojos de carne.
Yo creo que Jesús, conociendo nuestra naturaleza, quiere hacernos ver que está aquí.
Quiere mostrarnos que a pesar de lo oscuro que parezca el panorama, no nos abandona, y puede protegernos si nos acercamos a Él.
Un milagro: Dios nos cuida
Una tarde, un matrimonio estadounidense, vivió una experiencia que muestra que Dios nos cuida de cerca.
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Constance Effie y su esposo se encontraban en su hogar una tarde, cuando escucharon un intenso ruido proveniente de afuera. Para Constance, de setenta años, parecía el sonido de una bomba. En realidad, había sido una detonación de arma de bala, eventos que, tristemente, son muy comunes en la zona donde ellos viven.
Su esposo y ella buscaron sin éxito el lugar donde la bala había hecho impacto, pero no hubo grandes destrozos. Lo que sí encontraron, es que el marco de una oración, el Padrenuestro, estaba quebrado. Para su sorpresa, el metal delgado del marco había contenido la bala, que tras golpearlo, había caído junto al sillón de su sala de estar.
La mujer, afirma que la bala cayó cerca de donde ella se encontraba sentada, justo a 60 centímetros (o dos pies) de su cabeza. Sin embargo, no la dañó. Para ellos fue claro: Dios los ayudó.
Confía en Dios y pide ayuda
En la vida Dios permite momentos de gran felicidad, pero también momentos que nos cimbran y atormentan. Si a veces te sientes abandonado, cansado y desmotivado, recuerda que siempre puedes acudir a Dios.
Que no te de miedo pedirle a Jesús que venga a mostrarte el camino. Él es puro amor y misericordia. Nunca te reclamaría, mas bien repetiría las palabras que dijo a Tomás:
«Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel. Entonces Tomás respondió, y le dijo: Señor mío, y Dios mío!» (Jn, 20, 27-29)
Si lo problemas te hacen dudar, Jesús siempre tomará tu mano y te mostrará el camino para poder tener una fe madura.
Lo más hermoso es que leer casos como el de Constance y su marido, nos ayudará a madurar en nuestra esperanza en Dios, para que podamos llamarnos «bienaventurados», por creer sin ver.
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